Te buscaba entre la gente,
y sin duda te encontraba.
Mirándome de reojo.
Sonriéndome.
Y mi alma, que es incauta desdichada,
se iba volando a tu encuentro.
Ya no me importaba nada,
porque todo está perdido
después de una noche larga
en la que ardían mis manos
y la razón se esfumaba.
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