HISTORIAL MÉDICO DE UN AMOR CONTAGIOSO (para la boda de Manu y Andrea)

Se encontraban en baja forma, nada grave a destacar, con alguna que otra recaída de tristeza y mil ocupaciones que mantenían sus pulsaciones en un ritmo razonable. Pequeñas dosis de diversión, como a cualquier joven de su edad les mantenían estables, pero sabían, aunque quisieran no pensar en ello, que lo que habían ingerido hasta ese momento no dejaban de ser fórmulas experimentales, tiritas en el corazón, una automedicación de placebo sin efectos secundarios, para bien o para mal... Pero un día ocurrió, como las mejores cosas en la vida, que llegan a la consulta sin cita marcada y saltándose la fila de espera. Con la tensión por la nubes y la frecuencia cardiaca en niveles desorbitados supieron que su cuadro clínico había sido alterado, habían salido de aquella uci de monotonía... Contacto visual… ok, respiración de él… asistida por ella, pulso de ella…acelerado por él...Buscaron juntos y con urgencia dentro de si el motivo, el remedio, la cura a aquel ardor y fueron diagnosticados, lo que sentían era amor. Sucumbieron a la infección, contagiando a quienes estábamos cerca de ellos de esa energía positiva que se infiltra bajo la epidermis, se transmite como un virus de alegría, provocaban envidia, de la sana, no como ellos, enfermos de pasión. Y así fue como se enfrentaron al mal de amores, sin anestesias, sólo con cura de besos, generosidad en vena y tomándose los pequeños defectos del otro por vía oral, solo así hace efecto, solo así el cuadro se mantiene estable. Y yo, que tengo el vade-mecum del amor descatalogado, os extiendo, si me permitís, mi receta: seguid así, alimentándoos del suero del respeto, haced que el deseo os mantenga siempre la temperatura alta, continuad con las pequeñas dosis de cariño, una inyección de besos antes de dormir y un abrazo en ayunas. No permitáis que la rutina convierta en plano el encefalograma de vuestras ilusiones, y si la vida os fractura el alma, nunca perdáis las ganas de continuar queriéndoos a corazón abierto, suturando las heridas, aceptando las cicatrices del otro, prometiendo no hurgar en ninguna yaga que esté aún abierta, que los reproches escuecen y sólo las caricias son bálsamos. Dejad siempre y como es de costumbre alguna hora libre para las visitas, otras tantas que, como yo, querrán saber de vuestra evolución. Usad la ambulancia de la curiosidad siempre que podáis, descubriendo juntos nuevos lugares, me dijeron que aires nuevos siempre vienen bien para la alergia al tedio y el conformismo. Continuad así, leyendo juntos el prospecto antes de tomar cualquier decisión importante, y…ante cualquier duda, consultad conmigo, vuestra amiga-farmacéutica, y os prometo, que siempre, siempre, estaré de guardia.

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